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Cumbres para todos

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La palabra “cumbre” no había sido tan utilizada en nuestra habla cotidiana como desde los últimos meses. La reciente utilización constante de este término no resulta, como es obvio, una arbitrariedad; sino por el contrario, se relaciona directamente con el hecho de que dos acontecimientos internacionales, denominados “cumbres”, tendrán lugar en el Perú este año: ALC-UE y APEC.

Sin duda estos eventos traen consigo una serie de expectativas, dudas e incluso alarma por parte de algunos y, justo por ello, resulta más que pertinente en este contexto preguntarnos qué significa esto para nosotros como país.

Ser los anfitriones de ambos acontecimientos implica, desde luego, responsabilidad; pero el detalle está en que se tiene la impresión de que dicha responsabilidad se encuentra circunscrita hacia los visitantes, hacia los actores externos, los Jefes de Estado, etc. dejando de lado, equivocadamente, a otros personajes sumamente importantes que somos, desde luego, los peruanos.

Las cumbres y sus actores

Las cumbres internacionales pueden (y debieran) ser vistas como una oportunidad. Una oportunidad de diálogo y reflexión democrática y crítica por parte de todos aquellos que protagonicen dichos eventos. Tal vez ese “todos aquellos” no resulte tan ambiguo en la imagen colectiva que se ha armado en torno a estas cumbres, y tengo la impresión de que no notamos (y por ello lo resalto), que dentro del grupo de protagonistas nos encontramos, en buena cuenta, todos los peruanos. He ahí un detalle que no debemos olvidar.

La finalidad de acontecimientos de este tipo es la de congregar representantes de diversos lugares y por lo mismo, con perspectivas distintas, para debatir en torno a problemas específicos; luego de este diálogo se puede llegar a construir o proponer soluciones que contemplen posturas diversas. En otras palabras, en principio, se acepta la pluralidad.

Resultaría mezquino pensar que no se trata de un espacio democrático y representativo pues, siendo lo más objetivos posible, debemos admitir que quienes asisten a estas cumbres y participan en ellas son autoridades electas que representan a sus respectivos países. Pero ahí surge, necesariamente, otra pregunta ¿es esto suficiente?

La participación internacional en torno a problemas comunes resulta muy positiva no solo por las alternativas a las cuales se puede llegar si el diálogo lo es realmente; sino también, pues los personajes que participan en estos espacios, dan un mensaje tanto a sus particulares representados como a todos: el diálogo funciona y da resultados.

Sin embargo, se desprende de lo anterior que estos intentos cobran sentido en una dimensión mucho mayor que la cumbre en sí: en la percepción ciudadana. Este resulta un aspecto central puesto que las soluciones no las logra uno solo y los cambios tampoco. Para decirlo de modo sencillo, el que vuela solo, no vuela.

Y aquí entra el tema de la voz ciudadana pues no solo sirve que escuchemos o estemos atentos a los resultados de estos encuentros, sino sobre todo, que participemos en ellos puesto que he ahí una posibilidad de hacer que la pluralidad de las cumbres lo sea realmente y, con ello, se logre sumar a esta iniciativa.

Este asunto es fundamental puesto que refuerza la noción de participación ciudadana que es una consecuencia natural del sistema democrático. La utilización de la voz propia y la posibilidad de ser escuchados es aquello que nos motiva a seguir participando y con ello, llevar nuestras propuestas al espacio en el que pueden concretarse.

Y en contra de una idea generalizada que reza que la ciudadanía es apática frente a los temas políticos y sociales, con la cual no estoy de acuerdo, los movimientos sociales y ciudadanos en general se han agrupado con la finalidad de participar activamente en estos espacios que, en realidad, son de todos.

La Cumbre Social de los Pueblos es un espacio que busca, al igual que la cumbre “principal”, propiciar el debate y la discusión respecto a los problemas comunes que se desarrollan en nuestros países. Sin embargo, existe una diferencia fundamental: en esta cumbre participamos todos.

Diversas agrupaciones, movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos e incluso algunos jefes de Estado que participarán en la cumbre oficial, se reunirán en torno a una mesa de discusión para escuchar (en algunos casos, por primera vez) las propuestas de los ciudadanos de a pie que, como ellos, vivimos estos problemas a diario y tenemos también alternativas de solución.

Respuestas gubernamentales

Ya a estas alturas, a más de un año y medio de iniciado el segundo gobierno de Alan García, debemos suponer, y con lamentable acierto, que la respuesta gubernamental a esta iniciativa sería tibia, en el mejor de los casos. Lo que resulta aún más triste es que la respuesta no ha sido tibia, sino bastante fría, directa y enfática por parte de un gobierno que parece ver con muy malos ojos cualquier iniciativa que pudiera “opacar” el evento de mayo y el de noviembre.

Si tuviéramos que identificar un patrón en el modo de actuar del actual gobierno frente a la pluralidad propia de un espacio de interacción de individuos como, por ejemplo, nuestro país, probablemente vendrían a nuestra cabeza algunas imágenes del ayer (aún cercano) que resultan más elocuentes que mil palabras.

La minimización de propuestas alternas a las del ejecutivo, los adjetivos (des)calificativos favoritos del gobierno tales como comechados, viejos comunistas, oenegistas, entre otros; sumado al rótulo de “anti-progreso” que se ha puesto sobre la cabeza de todo aquel que ose considerar que tal vez los planteamientos del gobierno no nos hagan avanzar en igualdad; nos dan un pincelazo del panorama en el cual la pluralidad es concebida como nada más que un estorbo.

Existe, y no cabe duda, una suerte de menosprecio (para no sonar muy fuertes) hacia la posición de un “otro” que, en principio, debiera ser parte de un “nosotros” que, como ocurre siempre, puede tener algunas ideas distintas que son merecedoras de respeto y atención, pese a quien le pese.

Pero en nuestro país, las cosas se vienen desarrollando de esta manera desde el inicio de este gobierno. No olvidemos de la saga “La jauría del hortelano”, que en sus versiones 1, 2 y 3 nos ha dejado en claro una muy particular visión de “modernidad”, que contempla el crecimiento macroeconómico, la inversión privada y la necesidad de callar a quienes con sus ladridos e ideologías “viejas” atenten contra un Perú que avanza.

Dicho lo anterior, ¿cuál creen que fue la respuesta gubernamental frente a la Cumbre Social de los Pueblos?
No hubo sonrisas.

Para comenzar, siempre resulta interesante echar un vistazo a ciertas argucias lingüísticas de las cuales uno se puede valer para menospreciar o favorecer determinada situación u objeto. En el particular caso de las cumbres, resulta sintomático que se las rotule como “anticumbres” pues con ello se carga a este evento paralelo, de connotaciones peyorativas.

El prefijo anti es utilizado para mencionar que tal o cual cosa es “opuesta a” la otra. En ese sentido, cuando se habla de “anticumbres” se está haciendo alusión a un evento que nace en oposición a la cumbre oficial. ¿Es eso cierto? Nada más alejado de la realidad.

La Cumbre Social de los Pueblos es una iniciativa de diversas agrupaciones por participar activamente en la discusión y debate de ideas. La oportunidad de ser el país anfitrión no podía ser perdida puesto que es también en el debate y la participación que se construyen no solo ideas sino también país. Es en esa aceptación de la pluralidad, las posiciones encontradas y el respeto a las mismas, que uno puede empezar a construir un sentimiento nacional del cual, lamentablemente, carecemos.

Sin duda, estas dos cumbres resultaban precisas tanto para debatir en torno a temas fundamentales que nos atañen a todos, como para reconocernos como parte de un sistema democrático participativo. ¿Cómo construir una conciencia democrática sin participación ciudadana? ¿El sistema democrático solo vale en época electoral? Evidentemente no.

Por otro lado, cabe resaltar (y con negrita) que estas cumbres paralelas (nada de “anti-cumbres” ni recursos retóricos negativos) se han desarrollado siempre en contextos como este. El deseo de la ciudadanía por participar es una consecuencia natural y positiva, ¿dónde está lo peculiar o extraño?

En realidad no hay nada de peculiar ni de extraño, lo que hay es bastante intolerancia. El solo denominativo “anticumbres”, acuñado desde el gobierno, revela esta dificultad por tolerar la participación pues, como es obvio, en espacios participativos la divergencia y pluralidad de opiniones se acrecienta. Nada, sin embargo, justifica echar tierra sobre esta iniciativa que, con una dinámica particular y seria durante 4 días (del 13 al 16 de mayo) fomentará la participación ciudadana para llegar a posibles soluciones para conflictos comunes.

Pluralidad positiva

Durante varios años los peruanos percibimos la debilidad de nuestro sistema democrático. Evidentemente, esta debilidad no es producto de una mala noche o un suceso pequeño, sino de muchos años en los cuales nuestra democracia se ha visto golpeada y aún no ha logrado recuperarse.

Podríamos decir que en nuestro país, el sistema democrático es fuerte en época electoral, mas no en otros espacios. Esa es la razón por la cual iniciativas como la que nos ocupa en el presente artículo, dan luces de la intención de la ciudadanía por participar y ello, de manera directa, contribuye con el fortalecimiento de nuestra democracia.

Si se minimiza o, peor aún, se ridiculiza dicha intención, lo único que se hace es enviar dobles mensajes en los cuales no queda claro si vivimos en un sistema democrático o uno autoritario; vale decir, aquel en el cual existe una oposición hasta donde el Estado quiere. La consecuencia lógica la vivimos a diario: descontento ciudadano creciente que se explicita en la mínima, o nula, confianza que se tiene hacia las instituciones y los actores políticos.

Ello resulta sumamente perjudicial pues un ciudadano sólo vive la ciudadanía durante épocas electorales y luego, su participación se reduce a la pasividad de quien lee los periódicos, mira los noticiosos o escuchar programas radiales; se trata de una suerte de conjugación verbal que reza: “yo participo, tú participas, él participa, nosotros participamos, ustedes participan y ellos deciden”.

El desarrollo de la Cumbre Social de los Pueblos revela justamente el deseo por participar. Ahora bien no nos quedemos en la superficie retórica ni aceptemos el desarrollo de la iniciativa por moralistas; sino por el simple, llano y clarísimo hecho de que los ciudadanos estamos en nuestro derecho de participar. Nadie puede arrebatarnos eso.

Por ello la actitud del gobierno no resulta positiva ni para los ojos del mundo, ni para los ojos peruanos que, al parecer, solo viven estas cumbres en cada desvío vehicular y a través de las noticias. Como mencioné párrafos arriba, estas cumbres deben ser entendidas como una oportunidad.

La negatividad explícita (rotulando el evento de “anticumbres”) y la represión asolapada (evitando que haya un local para desarrollar la Cumbre Social de los Pueblos), sólo dejan ver la cara de un gobierno que encuentra en las iniciativas de sus representados un problema constante.

La pregunta es ¿hasta cuándo será un problema? No será, por el contrario, que molesta tener que escuchar otras propuestas además de las suyas. Aún hay tiempo de revertir esa situación, esperemos que lo hagan rápido. Mientras tanto seguiremos siendo perros del hortelano para el gobierno y, al menos yo, lo seré con mucho gusto.

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