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¿Adónde va España?

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Hace apenas seis meses, las elecciones generales del 9 de marzo en España debían constituir, para el gobernante Partido Socialista Obrero Español (PSOE), una simple formalidad. El balance de la legislatura aparecía en efecto globalmente positivo. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, había tomado algunas decisiones audaces y de modernizacion de las costumbres, con la aprobación de la mayoría de los ciudadanos. Entre otras, la retirada de las tropas españolas de Irak, la regularización masiva de los inmigrantes sin papeles, la legalización de los matrimonios homosexuales y las leyes para acelerar el divorcio, facilitar el aborto y contra la violencia de género.
Tales medidas venían adicionalmente a demostrar que, a pesar de los imperativos de la globalización neoliberal, un dirigente aún podía hacer prueba de voluntad política y cumplir sus promesas electorales. Devenido inaudito, ese coraje convirtió en aquel momento a Zapatero en un icono de la izquierda internacional (1).

Asimismo, y cumpliendo también lo prometido, el gobierno socialista procedió a la necesaria revisión del Estatuto de Autonomía de Cataluña, cuyo nuevo texto fue aprobado en julio de 2006. Combatida en el seno mismo del PSOE y criticada de modo poco responsable hasta en los medios de comunicación no hostiles a los socialistas –el diario El País, las radios de la Cadena SER, los canales de televisión Cuatro y CNN+ de la empresa Sogecable– esta decisión fue menos aceptada por una opinión pública incitada de modo abierto a la catalanofobia.
Contraofensiva de derecha. Mientras tanto, anonadada en un primer tiempo por la inesperada derrota en las elecciones del 14 de marzo de 2004 y desconcertada por las incesantes iniciativas del gobierno socialista, la derecha recomenzaba a movilizarse. Y el gran vencido del 14 de marzo, Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular (PP), asumía la dirección de la contraofensiva conservadora. Educar en igualdad

Ésta se inició en un terreno estrambótico: en torno a la autoría de los odiosos atentados del 11 de marzo en Madrid (191 muertos, más de 1.700 heridos). Contra toda evidencia (2), con un insólito desparpajo y apoyados por la artillería pesada de los medios de comunicación derechistas –los diarios La Razón, El Mundo y, en menor grado, ABC (3); las radios de la Cadena de Ondas Populares de España (COPE), controladas por la Iglesia Católica (4), y el canal de television Telemadrid–, los principales líderes conservadores corearon durante casi tres años que la organización armada Euskadi Ta Askatasuna (País Vasco y libertad, ETA), estaba implicada en los atentados en complicidad con los islamistas yihadistas.

Una mentira tan enorme como aquella que se inventó la administración de George W. Bush en Estados Unidos (la de las armas de destrucción masiva supuestamente poseídas por Saddam Hussein), que dio pretexto a la invasión de Irak en marzo de 2003. Una mentira compulsivamente repetida por algunos de los medios de comunicación más importantes de España. A sabiendas. Con la frenética obsesión de los fanáticos de las teorías del complot. Lo cual da idea del enfermizo nivel que ha alcanzado en este país el enfrentamiento ideológico. Y del siniestro lodazal en el que han caído algunos órganos de (des)información. Para éstos, todo vale, aunque en la infame querella perezcan la ética periodística y la razón democrática.

De poco le han servido al gobierno de Rodríguez Zapatero los buenos resultados macroeconómicos: 2,88 millones de empleos creados y un Producto Interior Bruto creciendo en cuatro años por encima del 3,5% anual (a costa, hay que decirlo, de una fuerza laboral sometida a un escandaloso empleo precario).

Con el comienzo de la crisis financiera internacional, el parón inmobiliario y la desaceleración de la economía (aunque el Fondo Monetario Internacional prevé que el crecimiento en 2008 aún será en España de entre 2,5% y 2,7%, cuando el de Francia, por ejemplo, sólo será de entre 1,3% y 2,2%), la derecha ha considerado que por fin disponía del gran argumento para imponerse.

Abastecido de municiones ideológicas por la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) (5), el tanque de pensamiento neoconservador fundado por José María Aznar, y en alianza con el episcopado español y el Vaticano del Papa Ratzinger, Mariano Rajoy y los halcones del PP han endurecido aun más su discurso (contra las autonomías, contra los inmigrantes, contra la laicidad, contra los homosexuales), y proseguido su estrategia de acoso y derribo.

¿Conseguirán su propósito? ¿Lo permitirán los ciudadanos?

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