Chad-Sudán, ¿guerra generalizada?
El 15 de febrero de 2008, doce días después del golpe fallido que lo hubiese destituido, el presidente de Chad Idriss Déby Itno decretó el estado de emergencia en todo el país. Francia, que lo rescató nuevamente, es objeto de críticas de las organizaciones humanitarias, preocupadas por la suerte de los opositores. Pero la crisis desborda las fronteras porosas de Chad. En efecto, Sudán y la guerra en Darfur han jugado un papel clave en la ofensiva de las fuerzas rebeldes, alimentando los temores de generalización del conflicto en una región ya inestable.
La repentina ofensiva de la oposición armada chadiana, el 31 de enero de 2008, poco sorprendió a los observadores de la región. Desde hace unos quince meses, el presidente Idriss Déby Itno y su par sudanés Omar Al-Bachir se encontraban, por medio de guerrillas interpuestas, en un estado de guerra larvada. Con el ataque de los rebeldes, el conflicto se transformó en una guerra abierta.
El lunes 28 de enero, una columna de 250 camionetas que transportaban alrededor de 2.000 combatientes partía de la base de Hajil en Darfur Occidental (Sudán). Según numerosos testimonios, la invasión estaba siendo directamente coordinada por el ministro de Defensa sudanés, general Abd-er-Rahim Mohamed Husein (1). El 1 de febrero, en la batalla de Al-Massaqit, 80 km al noreste de Yamena (capital de Chad), los rebeldes rechazaban una contraofensiva del Ejército Nacional Chadiano (ANT, según sus siglas en francés), que intentaba detenerlos. A la mañana siguiente, alcanzaban la capital de Chad e intentaban sitiar los principales edificios públicos. El domingo por la tarde, tras dos días de combate, en los cuales el propio Déby se vio obligado a defender el palacio presidencial, el ANT recuperó el control la situación.
Las razones del fracaso de los rebeldes son puramente militares: demasiado convencidos de la decadencia del régimen, atacaron con medios insuficientes (sin demasiados hombres, sin artillería, ni siquiera liviana, pocas armas antitanques y sin misiles antiaéreos). Resultado: la escasa superioridad técnica del ANT –tres helicópteros de combate piloteados por mercenarios ucranianos y cincuenta viejos tanques rusos T-55– logró imponerse; los opositores perdieron dos tercios de sus vehículos y entre 200 y 300 hombres. Abandonaron entonces la capital para reagruparse a unos 80 kilómetros, a la espera de refuerzos y el abastecimiento de combustible y municiones.
Una nueva columna de aproximadamente 2.500 hombres partió desde Sudán para apoyarlos. Con el fin de frenar ese nuevo movimiento de tropas, el presidente Déby recurrió a los rebeldes sudaneses del Movimiento Justicia y Equidad (Justice and Equality Movement, JEM) (2). Una importante columna de las fuerzas del JEM cruzó la frontera detrás de los rebeldes chadianos para tratar de interceptarlos antes de que llegaran a Yamena. En la batalla que se desató cerca de Adré, el 4 de febrero, la aviación sudanesa bombardeó al JEM en territorio chadiano. Los partidarios del presidente Déby se impusieron sin embargo por escaso margen..
El fracaso de esta intervención provocó muy violentas represalias de Jartum (capital de Sudán) contra los partidarios del JEM en su territorio. El viernes 8 de febrero, el ejército sudanés y sus auxiliares janjaweeds (3) arremetieron contra las ciudades de Abu Suruj, Salia y Sirba cercanas a la frontera con Chad. Más de 200 civiles sospechados de apoyar al JEM fueron masacrados. A mediados de febrero, los rebeldes que partieron de Yamena y los que venían de refuerzo desde Sudán lograron reunirse a 300 km al este de la capital. Pero, el presidente Déby y sus aliados del JEM conservan ciertamente una ventaja estratégica.
El peso de Darfur
¿Por qué y cómo se llegó a tan estrecha imbricación de los conflictos sudanés y chadiano? La clave se encuentra en la guerra de Darfur. Cuando estalló este conflicto, en febrero de 2003, el primer jefe militar de la rebelión sudanesa era… un chadiano, el famoso comandante Abbakar, quien moriría en combate al año siguiente. Abbakar pertenecía a la etnia zaghawa, que vive a uno y otro lado de la frontera entre ambos países (4), y simpatizaba con los miembros de su etnia, oprimidos en Sudán.
El presidente Déby conocía el potencial desestabilizador del conflicto político-militar de Darfur para su país. En 1989, cuando se había sublevado contra el presidente chadiano de entonces, Hissène Habré, huyó a Darfur. Fue desde esa región que lanzó su rebelión. En 2003, se puso inmediatamente al servicio de Jartum para ayudarla a aplastar el levantamiento. Pero eso lo obligó a combatir contra sus propios hermanos de etnia, que terminaron rebelándose. En mayo de 2005, los elementos zaghawas del ejército chadiano se sublevaron e impusieron al presidente Déby el reemplazo de su jefe de Estado Mayor y su jefe de Servicios de Seguridad por otros zaghawas, elegidos por su simpatía con la rebelión de Darfur.
Ésta recibió pronto ayuda de Chad, obligando a Jartum a reaccionar, a fines de 2005. Ahora bien, el régimen de Déby estaba muy debilitado: extrema dependencia respecto de una muy pequeña minoría zaghawa (2%) de la población, divisiones de los mismos zaghawas entre pro y anti-rebeldes de Darfur, ausencia total de democracia en Chad, donde las “elecciones” son completamente fraudulentas, violación de la libertad de expresión, corrupción… En 2006, el régimen anuló unilateralmente las cláusulas de un acuerdo celebrado con el Banco Mundial, que le exigía reservar una parte del maná petrolero a inversiones de interés general a largo plazo (5). El jefe de Estado utilizó los fondos obtenidos para comprar armas.
A fines de 2005, los rebeldes encontraron cierta aceptación en la población. Sin embargo, todo en ellos –sus experiencias personales a menudo ligadas al régimen que hoy combaten, su ambición desmedida, su venalidad, sus vínculos con el poco recomendable poder sudanés– muestra que, muy probablemente, si tomaran el poder, no instaurarían un mejor régimen en Chad.
En este contexto, la oposición civil no armada representa una apuesta política importante. Déby teme en efecto que los rebeldes la utilicen como garantía moral en caso de un eventual cambio de régimen. El 3 de febrero, hizo pues detener a sus principales dirigentes. Su suerte sigue siendo preocupante, ya que el gobierno chadiano niega, contra toda evidencia, haberlos detenido (6). Desde la recuperación de la capital el 6 de febrero, se habla de desapariciones y ejecuciones sumarias.
El apoyo francés
La crisis chadiana se desarrolla en un contexto internacional complicado. Cuando la rebelión partió de Sudán, dos fuerzas de mantenimiento de la paz –la EUFOR para Chad (7) y la Misión de Naciones Unidas y de la Unión Africana en Darfur (MINUAD)– estaban desplegándose. La EUFOR –con 3.700 hombres, entre ellos 2.100 franceses– se disponía a instalarse en Yamena, mientras que la MINUAD, que había sufrido doblemente por el escaso apoyo de la “comunidad internacional” y el constante sabotaje de las autoridades sudanesas, recién se había conformado (8).
Evidentemente, la fecha de la ofensiva rebelde sobre la capital de Chad no es para nada casual: los rebeldes –y su padrino sudanés– temían que la EUFOR, cuya misión oficial es proteger a los refugiados y los desplazados en el este de Chad, fuese de hecho un medio para apoyar el régimen de Yamena. Además, una vez la EUFOR desplegada y la frontera asegurada, el establecimiento de la MINUAD se vería facilitado.
Frente a esta delicada situación diplomática y militar, al principio el presidente francés Nicolas Sarkozy dudó. En un primer momento, temiendo ver a Francia aislada en un apoyo unilateral a un régimen chadiano cuestionado, se conformó con un “servicio mínimo” de información y de apoyo logístico al ejército chadiano. Luego, al ver que tanto la Unión Africana (9) como la ONU (10) daban a París el visto bueno, al menos indirectamente, se comprometió un poco más. El ministro de Defensa Hervé Morin afirmó: en caso de un nuevo ataque, París “hará lo que corresponde”. Los rebeldes denuncian la ayuda militar de París al régimen. Reclaman la neutralidad de la ex potencia colonial.
La libertad que los organismos internacionales dejaron a Francia se explica por la audacia y la brutalidad del ataque rebelde, que en un momento creyeron victorioso. Además, la perspectiva de ver a un régimen, tal vez poco respetable pero formalmente legítimo, remplazado por otro régimen sin duda también poco respetable, pero surgido de un golpe de Estado, se percibe como una amenaza más a la estabilidad de la región. En cuanto a Estados Unidos, muy preocupado por el conflicto keniano (11), brilló por su ausencia, delegando el espinoso asunto a los franceses. Esta actitud refleja las contradicciones de la política estadounidense en Sudán: el departamento de Estado continúa desconfiando del régimen de Jartum, considerado peligroso (12), mientras que el Pentágono finge ver en los dirigentes sudaneses a “terroristas arrepentidos”, en los cuales se puede confiar y que pueden brindar una gran ayuda en la “guerra contra el terrorismo”.
Que París vaya más o menos lejos en su apoyo al presidente Déby no cambiará el fondo de la cuestión: el régimen chadiano es –administrativamente hablando– un régimen fantasma (13), la situación en Darfur se volvió catastrófica –doscientos mil muertos, dos millones de desplazados– y las “fuerzas de mantenimiento de la paz”, si se despliegan, pronto ya no tendrán paz que mantener.
La actitud de los gobiernos chadiano y sudanés, “que se acusan mutuamente de apoyar a los rebeldes de uno y otro lado de la frontera, agrava el clima de desconfianza”, estima Jean-Marie Guéhenno, secretario general adjunto de la ONU para las operaciones de paz. Esta actitud “alimenta las tensiones entre ambos países y demuestra que existe la posibilidad de un conflicto de dimensión internacional en la región” (14). La conexión Darfur-Chad que ya era una herida abierta en la época en que Darfur no era sino el trampolín pasivo de los cambios de poder en Yamena, se convirtió en uno de los puntos calientes del continente africano. Esta situación perdurará sin duda mientras el régimen de Jartum siga burlándose con total impunidad de los derechos humanos más elementales.
Cronología sucinta
11 de agosto de 1960. Independencia bajo la presidencia de François Tombalbaye.
Febrero de 1968. Intervención militar francesa contra los rebeldes del Tibesti.
21 de abril de 1974. Algunos cooperantes y la etnóloga francesa Françoise Claustre son secuestrados por la rebelión. 1.000 días de cautiverio.
13 de abril de 1975. Asesinato de Tombalbaye. El poder pasa a manos del general Félix Malloum, luego del nordista Goukouni Oueddei.
Marzo de 1976. Acuerdo de cooperación militar con Francia.
7 de junio de 1982. Golpe de Estado de Hissène Habré.
28 de agosto de 1983. Ocho aviones de combate y tres mil soldados franceses defienden el régimen.
16 de febrero de 1986. Lanzamiento de la operación Gavilán.
1990. El presidente Habré es derrocado por Idriss Déby Itno, con el apoyo de Francia y Sudán.
Febrero de 2003. Comienzo de la guerra en Darfur.
Marzo de 2003. Comienzo de la crisis de Darfur. Doscientos mil refugiados en Chad.
5 de mayo de 2004. Escaramuzas entre milicias pro-sudanesas y militares chadianos.
19 de septiembre de 2005. La justicia belga libra una orden de detención internacional contra Habré, refugiado en Senegal, por violaciones a los derechos humanos. El caso será presentado ante la Unión Africana.
Octubre de 2005. A raíz de las numerosas deserciones hacia la rebelión, Déby disuelve la Guardia Presidencial.
Diciembre de 2005. Batalla de Adré. Déby declara a Chad “en estado de guerra” con Sudán.
13 de abril de 2006. El ejército chadiano, con la ayuda del ejército francés, rechaza un ataque de los rebeldes del Frente Unido para el Cambio (FUC).
25 de septiembre de 2007. La resolución 1778 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) crea la misión europea de paz EUFOR Chad-RCA.
25 de octubre de 2007. Acuerdo de Trípoli que prevé un alto el fuego inmediato entre las fuerzas gubernamentales y las fuerzas rebeldes. Detención de miembros de la asociación francesa El Arca de Zoé por secuestro de niños.
Noviembre de 2007. Ruptura del Acuerdo de Trípoli. Se reanudan los combates en el Este.
26 de diciembre de 2007. La justicia chadiana condena a los miembros de El Arca de Zoé a ocho años de trabajos forzados.
31 de enero de 2008. Tropas rebeldes, provenientes de Sudán, ingresan a Chad.
2 de febrero de 2008. Yamena es invadida por los rebeldes que reclaman “la neutralidad de Francia”. Saqueos y enfrentamientos mortíferos. Miles de refugiados huyen a Camerún. El despliegue de la EUFOR se posterga nuevamente.
4 de febrero de 2008. Una declaración del Consejo de Seguridad de la ONU condena el accionar de la rebelión. Marcado apoyo de la diplomacia francesa a Déby.
6 de febrero de 2008. Francia afirma que podría actuar “de manera más decisiva” en caso de un nuevo ataque. Déby anuncia que “controla” la capital.
8 de febrero de 2008. Asociaciones denuncian detenciones y ejecuciones arbitrarias en Chad.