Antonio Orlando Rodríguez. Editorial Alfaguara,
518 páginas
La historia es contada por la protagonista, Espiridiona Cenda del Castillo, al escritor, Cándido Olazábal, y narra su biografía: la vida artística de esa liliputiense de 26 pulgadas, oriunda de Matanzas, Cuba, una personalidad singular de comienzos del siglo XX.
La obra tiene dos voces: la central, de la pequeña artista, ya retirada, que nos cuenta sus recuerdos, acerca de sus éxitos y amoríos logrados y frustrados, así como la voz del propio narrador, quien en un determinado momento se pregunta hasta dónde lo que cuenta es cierto o no. El autor, Antonio Orlando Rodríguez, ganador del último Premio Alfaguara de novela por esta obra, llega a declarar, en efecto, que ya no reconoce bien cuál es la historia real de Chiquita y cuál su pura invención; lo que la convierte en una notable la creación literaria.
La liliputiense es un personaje inteligente, lleno de vitalidad, artista por naturaleza (pequeña – por eso el nombre de Chiquita – y bella), envuelta en un torbellino de acontecimientos de toda índole: desde el familiar de su oriunda Cuba, salpicado de recuerdos políticos de la guerra de esos tiempos, hasta sus aventuras de seducción, amor y pasión. Espiridiona relata sus enamoramientos y sus intensas relaciones y destaca la belleza que le reconocen quienes la cortejaban, no obstante su baja estatura.
La biografía incluye, también, las veladas artísticas de la época, la participación de los enanos en los espectáculos y la preferencia que en el mundo del vaudeville de la época Chiquita logró sin mayor discrepancia.
Espiridiona cuenta su biografía, jubilada, en su casa de Long Island, en Estados Unidos, con mucha pausa y no menos tranquilidad. Le dice al escriba Cándido que es importante que se conozca su paso por la vida, a pesar de la circunstancia limitante de su físico, porque ella – dice Chuiquita – conoció el amor y la pasión.
