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¡Haya de la Torre Vive! ¿Vive el Apra?

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Soy aprista desde los días escolares (1943). Expresaré en un tono oratorio, quizás, mi invariable posición de aprista de izquierda. Vino la revolución cubana y nos sentimos sacudidos por el mensaje de Castro, quien hablaba de pan y libertad, de revolución agraria, de antiimperialismo; es decir, todo lo que los compañeros
habíamos aprendido de Haya en la Casa del Pueblo y de los viejos textos patrísticos del APRA. Por sostener esas tesis fue expulsado De la Puente, quien moriría en un conato guerrillero. Yo no. Pero decidí sumarme al Apra Rebelde que pretendía restaurar los fueros
ideológicos. Escribí así artículos de ortodoxia aprista, reconociendo la precursora figura epónima del fundador del APRA. Llegué a proclamar que “el Perú reclamaba nuevamente la virilidad cívica de un Haya de la Torre”. A los pocos meses comprobé que mientras yo seguía siendo aprista el movimiento herético estaba penetrado por el stalinismo. Pensé “no he peleado con el Partido para volverme comunista”. Volví al APRA amnistiado por Víctor Raúl (1962). Hoy el APRA en lo formal ha
llegado al poder. Pero no me satisface la escenografía
derechista, aunque responda a la real politik. El pan y libertad aprista no admite comensales oligárquicos.

Imito a Antonio y también pido la atención de mis conciudadanos en el aniversario-funeral de nuestro César, pero no para sepultarlo sino para ensalzarlo. Murió Haya de la Torre. Sí. Increíble. Y aunque los pueblos que despierten soñarán junto a él, desapareció la fuente misma de la vida política del Perú de los últimos ochenta años. Sin exageración facciosa podemos decir que se extinguió el peruano más ilustre de todos los siglos, sea de la Patria mítica, sea de la Patria histórica. La vida del Perú se tejerá hasta que perezcamos o desaparezca la escritura en torno a Víctor Raúl, hijo de Raúl y Zoila Victoria, nacido el 22 de Febrero de 1895 en casa de hijosdalgos de solar conocido. Caso extraño el suyo; el de alguien que deja un melgar profundo tras su tempestuoso paso por la tierra sin haber llegado al poder. Todos los hombres de la estructura caudillesca e intelectual de Haya, llegaron al gobierno. Allí están en el olimpo Lenin, Mao, Bonaparte, Bolívar, Trotski, Perón, Mussolini. Quizás, él, esotérico, visionario, premonitor, lo vaticinó en su antológico discurso del 8 de Diciembre de 1931 cuando dijo:

Quienes han creído que la única misión del aprismo era llegar a Palacio, están equivocados. A Palacio llega cualquiera porque el camino de Palacio se compra con oro o se conquista con fusiles. Pero la misión del aprismo era llegar a la conciencia del pueblo antes que llegar a Palacio. Y a la conciencia del pueblo no se llega con oro ni con fusiles.

Desde esas frases hasta hoy transcurrieron 76 años y Víctor Raúl no llegó a Palacio ni al poder, salvo el espejismo de supralegalidad insular que fue la Constituyente. Todos esos años están jalonados por Sánchez Cerro, el de la zoocracia y el canibalismo, según More; por Benavides, inclemente en el acosamiento de Haya, que lo enfrentaba y afrentaba desde las catacumbas de Incahuasi sin más armas que un mimeógrafo, panfletos y simbólicas molotov; por Prado, frívolo, bancócrata, último virrey; por Bustamante y Rivero, comodatario del poder que olvidó, pese a su sagacidad jurídica, quién era el dómine; por Odría, taciturno tiranuelo manipulado por una oligarquía arcaizante, y vesánica; por Belaúnde, que empece su pureza personal, resultó electo por coacción y no por acción en franca inteligencia con el militarismo; por Velasco, la figura más negra del aquelarre castrense, repetidor incruento del sacrificio del Perú, y finalmente, Morales Bermúdez, hamletiano personaje, ubicuo, indeciso, católico pero seguidor de la herejía maniquea, castigado a borrar con los pies lo que hizo con las manos; Fujimori, destrozador de la institucionalidad republicana en virtud del voto de la oclocracia, y Toledo, que no pudo ser apóstol. El gran expropiado fue así el APRA. Nos imitaron sin citarnos. Nos copiaron sin poner comillas.

Los derrotó mil veces con la palabra y con la pluma. Y muerto los seguirá venciendo porque desde su tumba Haya persistirá liderándonos y podremos decir de su póstuma conducción, lo que él dijera al dirigirse a los trujillanos al ser excarcelado del panóptico:

Eso es lo que le faltaba a esta tierra y a este pueblo; le faltaba el soplo de lo cósmico, de lo eterno, de lo alto, de lo puro, y, como no lo tenía fue preciso pedírselo a los muertos; fue preciso que nuestros muertos se sacrificaran para que su aletear nos diera espíritu.

Esa es la muerte personal, de la que habla por primera vez en su mensaje desde la prisión de San Lorenzo, en vísperas de salir desterrado en 1923: “sólo la muerte será más fuerte que mi decisión de ser incansable en la cruzada libertadora”. Esta es la muerte que Haya nunca consideró fin sino episodio. Esa es la muerte de la que hablaba con familiaridad, como cuando relataba haber sabido en sueños desde su calabozo penitenciario los nombres de los compañeros fusilados en Trujillo. La muerte, la vida eterna, la magia, lo cósmico es lo que viene. Al hablarnos en “Ex combatientes y Desocupados” de la tumba pétrea de Karl Marx y el cadáver embalsamado de Lenin, nos dice “que la política moderna muestra que la fuerza de lo mágico debe renovarse” y que allí “está la ciencia de la moderna momificación para vencer a la muerte, detener la disolución y presentarnos al gran hombre eternamente fresco, permanentemente visible, siempre presente”. Y es aún más preciso en su discurso de Trujillo, al salir de la penitenciaría:

Porque, compañeros, esa es la gran lección que yo les debo a los muertos, a los mártires. Porque ellos me dicen desde sus tumbas: “Nosotros somos tus maestros. Anda más allá. Lleva tu partido hasta donde nosotros quisimos conducirlo. Haz de tu partido una religión. Haz de tu partido una huella eterna a través de la historia”.

Con el pensamiento de Haya de la Torre no va a suceder lo que denunciaba Lenin en “El Estado y la Revolución” respecto del marxismo con Marx muerto. Transcribo:

En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras las someten a constantes persecuciones, rechazan sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en íconos inofensivos, canonizados por decir así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de la doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de ésta, envileciéndola.

O para emplear palabras del propio Haya en su ya citado discurso de Trujillo (“Obras Completas”, tomo V, página 339):

Todos hemos sufrido ya las caídas y los azotes. Se nos sentó en el trono, y se nos puso la corona de espinas, y se nos llevó al gólgota, y se nos dijo con ironía: “Sólo el aprismo salvará al Perú” y se puso sobre nuestras cabezas: “Este es el aprismo Rey del Perú”, con el mismo sarcasmo con el que dos mil años antes se le dijo a Cristo: “Este es tu reino. Tú eres el Rey de los Judíos. Tu eres el Redentor”, sin saber que entonces como ahora, esas palabras encerraban una verdad.

No. El APRA no devendrá una doctrina eunucoide jactanciosa de una virilidad simulada. No; el APRA no está castrada por el pleito homenaje de los vencidos. El APRA seguirá siendo, mientras no llegue al poder izquierdistamente, cristianismo de catacumba y no catolicismo que pacta con Emperadores. El APRA debe hacer crujir los dientes de los prevaricadores, de los ladrones de fondos públicos, de los derechistas mafiosos, de los militaristas responsables de crímenes contra la Democracia. No. No vendrán a vender indulgencias plenarias. No vendrá a amnistiar canallas. No vendremos a traer la paz ni a blanquear sepulcros. Venimos a dar guerra y a echar fariseos. Queremos un país limpio. Queremos un país libre. Queremos un país sano. Un país moderno. Queremos acabar con los apóstatas que se disfrazan de apóstoles para predicar un evangelio pseudoizquierdista luego de mil abjuraciones en orgías paganas con la burguesía decadente. No queremos ensayos socioeconómicos a costa del pueblo. Queremos hacer aprismo y eso comienza por la toma de conciencia de nuestro espacio y de nuestro tiempo. Somos un país sateloide; un distrito del mundo; aprovechemos en bien de los pueblos lo que de positivo exista en ese mundo imperfecto; controlemos lo negativo, enervémoslo. Las grandes masas esperan de sus nuevos conductores la verdad que siempre les dijo Haya. Y la verdad, sin academismos ni retórica, es que los peruanos de hoy quieren libertades, trabajo, comida, colegios, servicios comunales. No hay hombre si hay hambre. Y no hay líder si no hay presente que se conjugue con un pasado. Si no hay consecuencia entre lo que se dice, lo que se hace y lo que se piensa.

Dejó de pensar el más grande pensador peruano viviente. Con Epicuro podremos decir, que la muerte no es un infortunio para quien muere, sino para quien sobrevive. El pueblo peruano ha estallado en lágrimas. Hubiera querido que el antiaprismo profesional tuviese un solo rostro para escupirlo por sus culpas en esta frustración, en el truncamiento temporal de una obra. Igual le pasó a Moisés cuando Dios le impidió entrar en la tierra prometida diciéndole “dirige tus ojos hacia el occidente, el septentrión, el mediodía y el oriente y contémplala con tus ojos, pues no has de pasar este Jordán. Lo hará Josué”.

¿Quién será nuestro Josué? Quien lo fuere no se empine sobre su mediocridad mortal y recuerde Deuteronomio 34 versículo 10:

No ha vuelto a surgir profeta semejante a Moisés, con quien cara a cara tratase Dios ni en cuanto a las maravillas y portentos que Dios le mandó hacer en la tierra de Egipto contra el Faraón y contra todos sus servidores y todo su territorio ni en cuanto a su mano poderosa y a tantos terribles prodigios como él hizo…

Mejor no busquemos a Josué. Haya de la Torre Vive. Los muertos somos no¬sotros. Resucitaremos el día de la Gran Transformación. Sin la derecha. Sin derechistas. Nuestro izquierdismo no tiene pragmáticos racionalismos burgueses. El Perú está preñado con una Revolución Social.

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