En 2004, un año después de los “ataques preventivos” de Estados Unidos contra Irak, y cuatro años antes de la ofensiva colombiana en Ecuador, el Estado Mayor del Ejército de Brasil envió un grupo de oficiales a Vietnam para aprender las técnicas de guerra de guerrillas con las que el Vietcong había derrotado a las tropas estadounidenses tres décadas atrás (1). Objetivo: la defensa del Amazonas ante la ocupación por una fuerza “militarmente muy superior”. La estrategia militar de Brasil diverge de la de Estados Unidos.
Luego del retorno de la primer misión castrense a Vietnam, país con el cual Brasil inició relaciones en 1989, el jefe del Comando Militar de la Amazonia (CMA), general Claudio Barbosa Figueiredo, declaró que parte de los 25.000 hombres que integran su fuerza en la selva se entrenan en la Doctrina de la Resistencia, que contempla acciones de guerra de guerrillas contra un enemigo hipotéticamente superior. Esa fuerza “militarmente muy superior” no fue mencionada, pero en América solo hay una: Estados Unidos. El general dejó entrever que entre las hipótesis de guerra del Estado Mayor del Ejército se cuenta la de una agresión directa o indirecta de los Estados Unidos sobre la Amazonia.
“Estamos precavidos militarmente y (sabemos) de la codicia que despierta la Amazonia (…) estamos desarrollando la estrategia de la resistencia (que sería aplicada) contra cualquier tipo de enemigo, sea de fuerzas superiores a la nuestra o sea de igual valor” explicó Barbosa Figueiredo (2). Eduardo Braga, gobernador del estado de Amazonas –que tiene una superficie mayor que la de Venezuela– fue más explícito: “Si la mayor potencia militar del mundo, los Estados Unidos, sufrió una derrota militar en Vietnam, imaginen (que ocurriría) en la Amazonia” (3).
Desde los atentados de Nueva York en 2001 Washington redobló la presión para tipificar a las fronteras amazónicas y a la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay, como una suerte de Campo de Marte hemisférico que debía ser articulado al relato global de guerra contra el terror (4). El secretario de Defensa Donald Rumsfeld y su colega colombiano Jorge Uribe Echavarría lideraron la avanzada para internacionalizar el combate al narcotráfico y la “narcoguerrilla” en la VI Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas de noviembre de 2004. Las palabras del funcionario colombiano en aquel cónclave suenan premonitorias, a la luz de los recientes ataques a Ecuador en el marco del alegado derecho a la “autodefensa”: “el problema de la violencia en Colombia no es de Colombia, es un problema de la humanidad; creo que llegaremos algún día a requerir de una fuerza multinacional que actúe en América del Sur”, estimó el colombiano para espanto de su colega brasileño, José Alencar (5).
La tesis de Rumsfeld-Uribe Echavarría sobre fronteras flexibles y soberanía relativa fue ratificada el 13 de marzo pasado en Brasilia por la Secretaria de Estado Condoleezza Rice, después de la fría audiencia de 40 minutos que mantuvo con el presidente brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva. Unos días antes Lula se había reunido con el presidente de Ecuador Rafael Correa, con el que coincidió en condenar la “violación” del territorio ecuatoriano en una operación militar colombiana en la que, paradójicamente, participaron aviones brasileños Super Tucanos A-29B, los mismos que en 2006 Brasil no pudo vender a Venezuela por imposición de Estados Unidos (6).
Ante el ataque a Ecuador
En los corrillos de la Presidencia y la Cancillería brasileñas se admite que las bombas GBU 12 Paveway II de 500 libras lanzadas en la provincia ecuatoriana de Sucumbios buscaban causar efectos colaterales en la política externa y la estrategia de defensa de Brasil. Lula comprendió tempranamente que la operación militar contra Ecuador, esta vez bajo el pretexto al parecer tan falso como el que justificó la ofensiva contra Irak, de una “persecución en caliente” (Rossi, pág. 10) del segundo mando de las FARC, Raúl Reyes, y otros 25 rebeldes, torpedeaba el dispositivo diplomático que venían montando los gobiernos de Brasil, Venezuela, Francia, Argentina y Cuba, en favor de la liberación de rehenes secuestrados por la guerrilla como primer paso hacia un proceso de paz en Colombia.
Lula, que había cifrado sus esperanzas en el canje humanitario impulsado por el mandatario venezolano Hugo Chávez, envió a su consejero sobre asuntos internacionales Marco Aurelio García como garante del primer y fallido intento de rescate de Clara Rojas y Consuelo González, en diciembre pasado. Esa decisión tensó la amable, pero distante relación entre Brasilia y Bogotá. El canciller colombiano Fernando Araujo expresó el disgusto de su gobierno, cuando insinuó que Marco Aurelio García simpatiza con las FARC.
Un día después del ataque colombiano a Ecuador, Lula inició una ronda de consultas con colegas latinoamericanos, entre ellos Álvaro Uribe, Rafael Correa y Cristina Fernández de Kirchner, e instaló un virtual gabinete de crisis, integrado por el canciller Celso Amorim y el asesor Marco Aurelio García a quienes se sumó el titular de Defensa, Nelson Jobim.
No a la “guerra santa”
El paraguas diplomático sudamericano montado por Brasil contribuyó a frenar una escalada militar e influir para que la OEA “rechazara” la incursión colombiana, con base en los artículos 19 y 21 de su Carta de Principios, en los que se consagra la inviolabilidad e integridad territorial de los Estados miembros.
No se puede hacer del combate al terrorismo “una guerra santa con la cual se justifique liquidar todo principio del derecho internacional” declaró el canciller Amorim, uno de los protagonistas de la sesión de más de 14 horas realizada en la sede de la OEA en Washington entre el lunes 17 y el martes 18 de marzo pasado.
Paralelamente, en el plano interno, la prensa privada y la oposición, especialmente los socialdemócratas del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, y el partido Demócrata, conservador, clamaban para que el gobierno caracterizara como “terroristas” a las FARC. La respuesta estuvo otra vez en boca de Amorim, en una sesión del Senado, en la que repudió los secuestros y asesinatos de las FARC, pero rechazó rotularlas como “terroristas” tal como lo hacen Estados Unidos, Colombia y la Unión Europea. El argumento formal invocado por el ministro es que Brasil se ajusta a las disposiciones de la ONU, que no incluye a los rebeldes colombianos en su relación de organizaciones terroristas. La razón de fondo, sin embargo, es que de hacerlo el gobierno brasileño sepultaría cualquier proyecto de diálogo en Colombia.
Estabilidad amenazada
Tan cierto como la victoria diplomática que aisló a Colombia y a Estados Unidos en el seno de la OEA (algo con pocos o ningún antecedente), lo es que la incursión militar del 1 de marzo estremeció los fundamentos de la seguridad regional, más allá de la coyuntural distensión declamadas por Bogotá, Quito y Caracas.
Esta crispación no contribuye en nada a la estrategia brasileña hacia la región. Por convicción y trazos de carácter, Lula es un conciliador obcecado. Desde su llegada al gobierno en 2003, ha llevado adelante una intensa diplomacia presidencial con foco en América del Sur; un caso raro en la historia brasileña de la segunda mitad del siglo XX, en la que prevalecieron líderes con poca o ninguna vocación latinoamericanista, en general subyugados –aunque no siempre– por el status de aliados privilegiados con que fueron premiados por los Estados Unidos desde la posguerra.
Lula no postula una ruptura con Washington a la manera de algunos movimientos nacionalistas populares latinoamericanos del siglo XX, sino una integración con crecientes grados de autonomía. Se trata de un formato gradual, sustentado en la consolidación democrática regional, el crecimiento económico y la interconexión a través de grandes obras de infraestructura, para lo cual se requieren dos insumos políticos vitales: paz y estabilidad.
La agresión colombiana redundó en una súbita escalada de provocaciones y aprestos bélicos que conspiran contra la estabilidad. La crisis expuso las divergencias, por momentos antagonismos, que separan a Brasil de Estados Unidos respecto de la seguridad e integración sudamericanas.
El incidente fronterizo del 1 de marzo es un precedente que hace verosímil y públicas las hipótesis de conflicto que hasta hace poco solo manejaban los estrategas militares. Es el caso de la mencionada Doctrina de la Resistencia brasileña ante la presencia de fuerzas extranjeras en la Amazonia.
Peligro para Brasil
A su paso por Brasilia el 5 de marzo, Rafael Correa se preguntó: si Colombia se arrogó la potestad de invadir Ecuador para eliminar a miembros de las FARC, ¿por qué no habría de hacer otro tanto en Brasil, que al igual que Perú y Venezuela podrían albergar bases insurgentes? Correa dejó así en el aire una cuestión inquietante: la violación de la frontera colombiano-ecuatoriana, de poco más de 600 kilómetros de extensión, debiera ser una advertencia para la seguridad nacional de Brasil, cuyas fuerzas armadas difícilmente puedan garantizar la inviolabilidad de sus cerca de 11.000 kilómetros de fronteras amazónicas, sobre un total de 15.500 con 10 países sudamericanos.
En tren de establecer presuntos escenarios de guerra surge una pregunta pertinente: ¿cuál hubiera sido el rol de Brasil ante un conflicto bélico entre Colombia y Ecuador? Hacer afirmaciones perentorias sería aventurado, pero la crisis andina del mes pasado arroja algunos indicios. Del mismo modo que en 1995, cuando intermedió entre Ecuador y Perú en favor del cese de hostilidades en la Guerra de la Cordillera del Cóndor (el armisticio se firmaría en Brasilia, en 1998), Brasil obró esta vez como agente de estabilización, en contrapunto a la polarización atizada por Estados Unidos. De haber choques armados, de momento poco probables, Brasil podría inclinarse en favor del país cuya soberanía fue originalmente violentada, Ecuador.
En rigor, el interés nacional brasileño y su proyección como potencia emergente en el sistema internacional, tiene como requisito que América del Sur se afirme como una zona de paz e inmune, tanto como sea posible, a la injerencia estadounidense. Para esto es necesario establecer un nuevo contrato de defensa regional, que deje atrás el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), devenido letra muerta tras la Guerra de Malvinas de 1982, en la que el TIAR, paralizado esencialmente por Estados Unidos, no intervino en favor de Argentina.
Para sustituir el TIAR y su brazo ejecutivo, la Junta Interamericana de Defensa (JID), Lula da Silva le informó a Condoleezza Rice que impulsará la creación de un Consejo Sudamericano de Defensa (CSD), del que obviamente estaría excluido Estados Unidos.
Las tensiones entre Colombia y Venezuela impidieron la realización de la cumbre de la Comunidad Sudamericana de Naciones (UNASUR) en Cartagena de Indias en enero pasado, donde Lula tenía previsto lanzar su CSD. Los hechos del 1 de marzo alimentaron versiones sobre la muerte de un proyecto que aún no había nacido, especulación desmentida por el ministro de Defensa Nelson Jobim, cuando anunció que realizará una gira por los países de la región para explicar la iniciativa. El primer destino de Jobim debe ser Venezuela, donde se podría reunir con Chávez a mediados de abril.
“Basta de pensar pequeño, pensar pequeño significa dependencia, significa continuar siendo pequeños, es preciso arrogancia, estrategia y audacia para enfrentar nuestros problemas, con la cohesión de los países de la región” había proclamado Jobim en la sede de la JID en Estados Unidos (7). Jobim es un nacionalista moderado del Partido Movimiento Democrático Brasileño (centro) incorporado por Lula a su gabinete en 2007.
En Washington Jobim descartó la compra de cazas estadounidenses F-35 Joint Strike Fighter, alegando que Estados Unidos no transfiere tecnología. Agregó que sí lo hace Francia, lo cual permitiría el de¬sarrollo de una industria bélica brasileña (8). Es posible, no seguro, que Brasil acabe inclinándose por los cazas rusos Sukhoi o los franceses Rafale. En este último caso sería como parte de una “alianza estratégica de defensa” entre Brasilia y París, que fue analizada por los presidentes Lula y Nicolas Sarkozy en febrero pasado, en la Guyana Francesa, extremo oriental de la Amazonia. La Casa Blanca, según trascendió en la prensa local, observa con recelo los movimientos brasileños en materia de Defensa (9). El entendimiento militar franco-brasileño, contempla incluso la construcción de un submarino propulsado por energía atómica.
Ese acuerdo, más el Consejo Sudamericano de Defensa impulsado por Brasil, enterrarían más de medio siglo de alineamiento brasileño con Estados Unidos, precisamente cuando el Comando Sur de ese país se apresta a la “refundación… del sistema interamericano” en el que se contemplan como amenazas a la seguridad hemisférica “la pobreza, la corrupción, el terrorismo y el crimen organizado” (10).
Colombia es el principal aliado militar de Estados Unidos en la región. ¿Acaso hay que conjeturar que el bombardeo de Colombia a Ecuador haya sido también un mensaje cifrado de Washington a Brasilia?
REFERENCIAS
1) Entre el 12 y el 18-7-04, oficiales del ejército brasileño visitaron Vietnam a convite del ministro de Defensa de aquel país, reportó la embajada brasileña, www.brazil.org.vn. El viaje, según un comunicado del ejército brasileño, “tuvo por objetivo realizar contactos con las fuerzas armadas de aquel país y viabilizar, en el futuro próximo, intercambios sobre la Doctrina de la Resistencia en los niveles estratégico, táctico y operacional”, www.midiaindependente.org el 12-02-05 y www.observatorio.ultimosegundo.ig.com.br el 25-01-05.
2) General Claudio Barbosa Figueiredo, entrevista a Radio Nacional Amazonia, 22-03-05.
3) Ibid. Eduardo Braga, gobernador del Estado de Amazonas.
4) Donald Rumsfeld abogó por una revisión de la estrategia regional de Defensa durante sus frecuentes viajes a América del Sur en 2005, que incluyeron una visita a Manaus, la mayor ciudad de la Amazonia brasileña en marzo de ese año y otro a Paraguay, en agosto, poco después de que el Congreso paraguayo concediera inmunidad a las tropas estadounidenses. El canciller Celso Amorim cuestionó el acuerdo Estados Unidos-Paraguay, en un encuentro de ministros de Relaciones Exteriores en 2005 en Bariloche, Argentina.
5) Cumbre militar americana: duro revés para Estados Unidos, en www.uruguay.indymedia.org , 26-11-04.
6) “Estados Unidos prohibió ventas de armas a Venezuela”, anunció Eric Watnik, portavoz del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental, El Universal, Caracas, 16-05-06.
7) “Ministro quiere crear Consejo Sudamericano”, Folha de São Paulo, 21-03-08.
8) “Jobim descarta compra de aviones a Estados Unidos”, Folha de São Paulo, 21-03-08.
9) La aproximación entre Brasil y Francia incomodó a Washington. Su embajador en Brasilia, Clifford Sobel, analizó el tema con los ministros Nelson Jobim, Defensa, y Roberto Mangabeira Unger, Asuntos Estratégicos, según informaron varios medios locales.
10) Mónica Hirst, “Seguridad en América del Sur”, Política Externa, Ed. Paz e Terra, San Pablo, enero-febrero 2008.